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RESEÑA HISTÓRICA

ÉPOCA PREHISPÁNICA

Las huellas de los primeros pobladores de Tlaxcala datan de hace 12 000 años, cuando grupos nómadas dejaron testimonio de su estadía, mediante una punta de proyectil bifacial tipo "clovis", muy similar a las utilizadas por cazadores del altiplano sudoeste de los Estados Unidos de Norteamérica, y cuya antigüedad se sitúa entre los 13 000 y 10 000 años. El artefacto fue encontrado en 1957 por los investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en las laderas del Cerro Coaxapo, adyacentes al poblado de San Juan Chaucingo del municipio de Tetla. Artefactos similares, pero con una antigüedad de 9 000 años fueron descubiertos en dos sitios que se localizan a 8 kilómetros al norte, y 8 Kilómetros al este de la ciudad de Tlaxcala.

Estos primeros habitantes de Tlaxcala vivían de la recolección de frutos silvestres, de la captura de pequeños animales, así como de formas elementales de caza. No conocían habitaciones permanentes, ni animales domésticos. Gradualmente debió aparecer la división del trabajo por sexos, en la cual las mujeres se dedicaban a las labores de la recolección de plantas y frutas, y los hombres a la caza. Las técnicas aprendidas en cada una de estas dos grandes actividades, la acumulación de inventos, descubrimientos y conocimientos generan un excedente que aumenta la producción necesaria de alimentos. Así la reserva de alimentos deriva en una división del trabajo perfeccionada y en el crecimiento de la población.

La sobreproducción desembocó en la "revolución neolítica", con la que comienza la agricultura y la crianza de animales. En un principio la reserva de alimentos entre la siembra y la cosecha fue muy elemental, por lo que la agricultura fue una actividad secundaria respecto a la recolección y a la caza. Pero la importancia de la agricultura y la crianza de animales radica en que por primera vez el hombre somete la producción de los medios de subsistencia a su control directo.

La historia de Tlaxcala, no puede entenderse sin recordar a la historia de los cuatro señoríos prehispánicos de Tepeticpac, Ocotelulco, Tizatlán y Quiahuixtlán, cuyos pobladores concurrieron a la fundación de la capital de Tlaxcala en el siglo XVI. ¿Quiénes fueron los artífices de los cuatro señoríos que conforman la República de Tlaxcala gobernada por un Senado? Los viejos cronistas afirman que los tlaxcaltecas fueron el sexto de los siete linajes que salieron de Chicomostoc (lugar de las siete cuevas), llegando en su peregrinar a los llanos de Poyoauhtlan el año de 1208.

En esos llanos, ubicados entre las poblaciones actuales de Texcoco y Chimalhuacán, estado de México, combatieron con los tepanecas saliendo victoriosos. Pese a ello, decidieron continuar su peregrinaje, pues Camaxtli, dios de los tlaxcaltecas, les orientó diciéndoles: uncantonazoncantlathuiz, oncanyazque ayancomican. "Adelante habéis de pasar y no es aquí aún donde ha de amanecer y hacer sol y resplandecer con sus propios y refulgentes rayos".

Hacía 1350 abandonaron los llanos de Poyoauhtlán, dividiéndose en dos grupos: los que peregrinaron hacia el norte de Texcoco, llegando al territorio del actual estado de Hidalgo, donde fundaron Tulancingo y Huauchinango, y los que atravesaron la sierra nevada por Amecameca, y rodeando la falda del volcán Popocatépetl pasaron por Huejotzingo y Cholula, hasta llegar a Contla y pasar de ahí a Tepectipac, en el año de 1 380, donde fundan el primer señorío.

La llegada de los tlaxcaltecas (también llamados teochichimecas) a las cumbres de Tepeticpac no fue bien vista por los olmeca-xicalancas, quienes se habían asentado con anterioridad en la región y desarrollado el señorío de Cacaxtla, desde donde dominaban el valle. Los tlaxcaltecas se vieron obligados a disputarles el territorio expulsándolos de Cacaxtla, Texoloc, Mixco, Xiloxochitla y Xocoyucan.

Llegada de los Teochichimecas a la Región Tlaxcalteca.

El desalojo de los olmeca-xicalancas por los recién llegados, generó alarma entre los pobladores de la zona, quienes temieron correr la misma suerte o convertirse en simples tributarios. El señorío de Huejotzingo decidió tomar Tepeticpac para lo cual solicitó la ayuda de los tepanecas del señorío de Atzcapotzalco, con quienes ya se habían enfrentado los tlaxcaltecas en Poyoahutlán. Los tlaxcaltecas también pidieron ayuda a sus deudos y parientes, los culhuas de Texcoco. El asalto a Tepeticpac ocurrió en el año de 1384. Los tepanecas simularon que ayudarían a los huejotzincas, no así los culhuas de Texcoco quienes auxiliaron a los tlaxcaltecas a repelar la agresión, venciendo a los huejotzincas. Esta victoria sirvió para que Tlaxcala definiera sus fronteras y estableciera buenas relaciones con sus vecinos, pero los huejotzincas no aprenderían la lección.

Después de esta victoria, los tlaxcaltecas se dedican a fortalecer su señorío bajo el mando de Culhuatecuhtli, quién al correr de los años, sintiéndose viejo y habiendo ampliado su modesto territorio, llama a su hermano menor Teyohualminqui, a quien le obsequia la mitad de su Señorío.  Teyohualminqui y sus súbditos dejaron Tepeticpac para fundar el segundo señorío denominado Ocotelulco, que significa "en el barrio alto del pino" o "en el altozano del pino". A este señor le sucedieron dos descendientes en línea directa. Su nieto Acatentehua propició un gobierno guerrero, lo que le permitió otorgar mercedes a los principales, pero en la senectud se volvió tirano y soberbio, por lo que otro noble llamado Tlacomihua organizó el asesinato de Acatentehua y sus parientes, Tlacomihua fundaría la dinastía de los Mexixcatzín.

Según los cronistas de la época, no todos los súbditos estuvieron de acuerdo con la conspiración para dar muerte a Acatentehuzi, Tozmpane, entre ellos, quién decidió abandonar Ocotelulco que fue el segundo señorío pues no simpatizaba con los usurpadores, asentándose con sus partidarios en un lugar conocido como Teotlalpan. Tozmpane que huía de los envidiosos y conspiradores nunca sabría que los súbditos de su hijo Tepolohuatecuhtli lo traicionarían y matarían, sin motivo alguno, pues este personaje introdujo la industria y las artesanías logrando un mayor bienestar de la población, además de haber gobernado con justicia.

A Tepolohuatecuhtli le sucedió un personaje llamado Zozoe Atlahua Tlacaztalli, quien transfirió la cabecera de Teotlalpan a Tizatlán fundándose el tercer señorío. Después ocupó el mando Huitlalotecuhtli, de quien no se guarda memoria. A su vez, la sucesión fue para Xayacamachan, de quien se dice fue muy temido y reverenciado por los suyos. A la muerte de este personaje ocupó el poder su hijo Xicohténcatl-Huehuetl "el viejo", considerado un gran guerrero quien vivió más de 120 años.  Xicohténcatl quiere decir "el señor de los labios de jicote". Metafóricamente significa el que pronuncia conceptos que en sus labios son graves, severos e hirientes. De lo anterior se deduce que este gobernante era un excelente orador y tenía la magia de la palabra.

El cuarto señorío fue fundado con cabecera en Quiahuixtlán por los tlaxcaltecas que habían ido a poblar Tulancingo y Huauchinango, después del enfrentamiento con los tepanecas, y que no habían querido seguir al grueso de la población tlaxcalteca en su peregrinar por la sierra nevada, Estos cuatro señoríos conformaron lo que en el siglo XVI se conoció como la República de Tlaxcala. Cada señorío era autónomo en materia de gobierno interior, pero en asuntos de defensa de la independencia frente a otras etnias expansionistas como los aztecas, o de enemigos más cercanos como los señoríos de Cholula o Huexotzingo, se reunían los cuatro senadores, quienes depositaban en uno de ellos el mando de los ejércitos, quedando federados y cohesionados en una sola nacionalidad.

Entre los siglos XIV y XV, Tlaxcala se distingue entre las culturas más importantes de Mesoamérica. Vive una etapa de bonanza, gracias al comercio con los pueblos de la costa del Golfo de México y del Océano Pacífico, así como con Centroamérica. A través de este comercio los tlaxcaltecas obtenían cacao, cera, textiles, pigmentos, oro y piedras preciosas, pieles finas, plumas de aves exóticas, sal, etc.

Mercado tlaxcalteca

Simultáneamente al esplendor de Tlaxcala, los tenochcas realizaban una serie de conquistas convirtiendo a muchos pueblos en tributarios, quedando Tlaxcala y otros cuantos señoríos fuera del control político de México-Tenochtitlán. La integración de la Triple Alianza entre Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan en 1455, da origen a las llamadas "guerras floridas", con el propósito religioso de obtener prisioneros y sacrificarlos a sus dioses. Los enemigos seleccionados para estas justas bélicas fueron Huejotzingo, Cholula y Tlaxcala. Con las guerras floridas también comenzó una hostilidad hacia los comerciantes de Tlaxcala, quienes ya no pudieron transitar por las rutas comerciales, al ser maltratados y despojados de los bienes que comerciaban por los tenochcas. La ciudad de Tenochtitlán en esa época, era gobernada por Moctezuma Ilhuicamina.

Guerras Floridas

Los tlaxcaltecas no dudaron en entrevistarse con "el flechador del cielo", para demandarle la libertad de comercio. Moctezuma Ilhuicamina, con una gran soberbia, exigió tributo a la República de Tlaxcala, lo que significaba vasallaje y sometimiento que no aceptaron los tlaxcaltecas, dando inicio a una larga enemistad que desembocó en permanentes enfrentamientos bélicos.

Tlaxcala y Tenochtitlán surgieron en el mundo indígena con dos concepciones políticas diferentes que a la larga chocarían inevitablemente. Tlaxcala desarrolló un sistema de ciudades-estados que conformaron una República, mientras que México-Tenochtitlán se convirtió en imperio.  Durante muchos años los enemigos de Tlaxcala intentaron incursionar en su territorio, sin lograr conquistar un solo palmo de terreno. A su vez, Tlaxcala no pudo ir más allá de sus fronteras, hasta que los aztecas en el año de 1504 , conjuntamente con sus aliados huexotzincas y cholultecas, lanzaron una ofensiva bajo el reinado de Moctezuma II, siendo derrotados ante el empuje de los tlaxcaltecas; un segundo ataque también fue desarticulado, teniendo que replegarse los aztecas y sus aliados.

En estas guerras fue hecho prisionero el legendario Tlahuicole, quien se convirtió en símbolo de la dignidad y de la lucha por la autonomía de los tlaxcaltecas. Como consecuencia de estas guerras, las ciudades-estados de Tlaxcala fueron sometidas a un bloqueo económico, que les impidió comerciar con los pueblos del Golfo y de Centroamérica, así como con los del Valle de México.

Uno de los artículos que por más de sesenta años escaseó en las mesas de las familias tlaxcaltecas fue la sal, pues se les impidió recogerla del lago de Texcoco. Sin embargo, el ingenio tlaxcalteca substituyó la sal con el uso del tequesquite. Ante un bloqueo de esta naturaleza, uno de los rasgos del carácter tlaxcalteca fue la tenacidad para ser autosuficientes. Muchos de los nutrientes provenientes del intercambio comercial, fueron substituidos por el uso de hierbas comestibles y por un incremento de la producción local. En estas circunstancias Xicohténcatl Huehuetl, con los demás señores de la República de Tlaxcala, enfrentaron la llegada de los españoles.

El mito de Quetzacoatl fue común a los pueblos de origen náhuatl, entre ellos los tlaxcaltecas. Según el historiador más antiguo de Tlaxcala, don Diego de Muñoz Camargo, Quetzacoatl, dentro de la concepción religiosa de los tlaxcaltecas, era hijo de su dios Camaxtli, quien desposó a Cuatlicue en su peregrinar por las provincias de Culhuacan, Teotlacohalco y Teohuitznahuac. El vaticinio de su regreso, coincide con la aparición de las primeras expediciones españolas y se convertiría en una catástrofe con la llegada de Hernán Cortés.

Quetzalcóatl.

Cuando Cortés solicitó la venia del Senado tlaxcalteca para transitar por su territorio rumbo a Tenochtitlán, mediante la embajada de cuatro principales zempoaltecas, la mayor oposición a dejarlos pasar provino del senador Xicohténcatl Axayacatzin de Tizatlán, quién gobernaba el señorío con su padre Xicohténcatl-Huehuetl. Xicohténcatl Axayacatzin argumentó en el Senado que el vaticinio de la llegada de los hombres blancos y barbados podía ser un engaño y que esos caminantes del oriente, tal vez no fueran los que esperaban. Dijo, además, "que los castillos flotantes eran resultado del trabajo humano, que se admira por que no se ha visto". Propuso la reunión de los cuatro señoríos "para que mirasen a los extranjeros como tiranos de la patria y de los dioses". Este discurso, contrario a la opinión de Mexixcatzin, señor de Ocotelulco, decidió los enfrentamientos con los españoles.

Cortés penetró al territorio de Tlaxcala por la cañada que hoy se conoce como La Mancera. En Teocanzingo tuvieron su primer enfrentamiento los españoles con las huestes del señor de Tecoac. El 2 de septiembre de 1519, Xicohténcatl enfrentó a Cortés en el desfiladero de Teocantzingo, con resultados adversos. Al día siguiente combatió en los llanos del mismo lugar, sin que viesen coronados sus esfuerzos las armas tlaxcaltecas. La deserción de las divisiones de Ocotelulco y las de Tepeticpac, por las intrigas de Mexixcatzin, disminuyó las fuerzas del Xicohténcatl quién, pensando que los hombres rubios ganaban con el apoyo del sol, intentó vencerlos en una justa nocturna, que también le fue adversa.

El Senado, al conocer esta última derrota, optó por ofrecer la paz a Cortés ordenando a Xicohténcatl Axayacatzin suspender las hostilidades. La paz se hizo en el cerro de Tzompantepec el 7 de septiembre de 1519, concertada en términos de una alianza amistosa entre dos naciones. Si bien los tlaxcaltecas aceptaron el reconocimiento de vasallaje respecto de Carlos V, soberano de España, Cortés les ofreció participar en la dominación de Tenochtitlán, además de respetar la autonomía y las formas de gobierno de la República.

A cambio, los tlaxcaltecas adoptarían la religión católica como única y verdadera, y ayudarían en la conquista y pacificación. Esa unidad geográfica y política daría a lo largo de los años una cohesión e identidad cultural de carácter excepcional, respecto de los pueblos conquistados que más tarde configurarían la Nueva España. La celosa defensa de su autonomía al final de la dominación española, y los primeros avatares por anexarla a Puebla durante la Independencia, serían contenidos por ese espíritu de pertenecer a la República.

Una vez pactada la paz, Hernán Cortés arribó con su ejército a Tizatlán el 23 de septiembre de 1519, alojándose en la casa de Xicohténcatl. Durante 20 días descansó en el territorio de Tlaxcala, donde le fueron obsequiadas varias hijas de los senadores, quienes recibieron el bautismo y la nueva religión.

La escasez de pólvora por los combates que los españoles efectuaron a lo largo de su ruta, les obligó a buscar azufre para su elaboración. Este elemento se encontraba en el cráter del volcán Popocatépetl, montaña que los indígenas consideraban sagrada, por lo cual no habían intentado su ascenso. Cortés envía al soldado Diego de Ordaz para que la escalara y descendiera en el cráter, obteniendo el material requerido. La hazaña dio más prestigio a los españoles ante los indígenas, quienes consideraron al vaticinio como cierto.

Las ventajas de la alianza hispano-tlaxcalteca pronto se dejó sentir con la matanza de la nobleza de Cholula, donde el pillaje dotó a los tlaxcaltecas, aparte de la esperada venganza, de sal, oro, algodón, etc., artículos de los que habían sido privados por el bloqueo.

La incursión española con sus aliados indígenas a Tenochtitlán y hechos conocidos como la Noche Triste, así como el regreso a Tlaxcala, fueron acontecimientos que trastocaron de manera definitiva el mundo indígena. Después de la retirada española, Cortés se hospedó en la casa de Mexixcatzin en Ocotelulco y Alvarado en la de Xicohténcatl-Huehuetl en Tizatlán, mientras Xicohténcatl Axayacatzin trataba de convencer en vano a sus coterráneos para aliarse con Cuitláhuac, quien acababa de ser ascendido al trono de Moctezuma.  Los aztecas también trataron de atraerse a los tlaxcaltecas para que juntos derrotaran y expulsaran a los españoles. Ante esas propuestas, Cortés ofreció a los señores de Tlaxcala parte de los territorios por conquistar. La larga enemistad entre naciones indígenas, que no entre dos pueblos de la misma nacionalidad, fue factor decisivo para que los señores de Tlaxcala mantuvieran la alianza con los españoles.

Las relaciones entre Cortés y Xicohténcatl Axayacatzin fueron difíciles desde sus primeros contactos. Pocos dirigentes indígenas como éste, se dieron cuenta del drama de la conquista. Cuando Cortés estaba en Texcoco para poner sitio a Tenochtitlán, Xicohténcatl dejó el ejército aliado porque contradecía sus convicciones libertarias. Cortés buscó su regreso, pero el orgulloso tlaxcalteca se negó, por lo cual, lo mandó aprehender y ahorcar.

Entre las doncellas que Xicohténcatl-Huehuetl había dado a los españoles destacó la bella Tecuelhuatzi Xicohténcatl, quien había sido bautizada como doña Luisa y dada por esposa a Pedro de Alvarado, a quién acompaño con un séquito de 300 guerreros tlaxcaltecas a la conquista de los territorios de Guatemala, el Salvador, Honduras y el Perú.

A la muerte de Xicohténcatl Axayacatzin le sucedió en el señorío de Tizatlán, Teuhtipitl Tzelecatzin, quien vivió muy poco, quedando a la cabeza del señorío Motenehuatzin Xicohténcatl.  El 13 de agosto de 1521 cayó la gran Tenochtitlán en manos de los españoles. Las nuevas conquistas y descubrimientos que emprendió Cortés contaron con la ayuda de sus aliados tlaxcaltecas, quienes desde la pequeña República se diseminaron por todo el país y Centroamérica.

La rivalidad y el encono entre la República de Tlaxcala y Tenochtitlán, ha sido descrita por el cronista de Tlaxcala, Desiderio Hernández Xochitiotzin, quien comenta que: "la noticia de la caída de Tenochtitlán fue trasmitida por correos-corredores al día siguiente al medio día. El acontecimiento provocó una asamblea en la que los tlaxcaltecas acordaron nombrar a la Virgen María, patrona de la nación tlaxcalteca" también "en honor de este acontecimiento llamaron a su improvisada iglesia y más tarde al convento que se construiría en la ciudad de Tlaxcala, de nuestra Señora de la Asunción, para que cuando ésta subiera al cielo, llevara en sus santos y venerables manos, el acto de gracia a su divino hijo y éste a su vez, entregara al eterno padre, como presente, el derrumbe de la ciudad del demonio que era Tenochtitlán".

Los monumentos que han llegado hasta nuestros días parecerían indicar que los tlaxcaltecas no fueron grandes arquitectos. Sin embargo, debe considerarse que muchas de sus edificaciones fueron destruidas y sus materiales usados para las construcciones civiles y religiosas de la Colonia. Las ruinas de lo que fueron los altares de Tizatlán, nos muestran una técnica avanzada y un manejo de los colores de muy buen gusto.

Diego de Muñoz Camargo dice que Tepecticpac fue mudando su nombre a Texcalticpac, Texcallan y finalmente Tlaxcala. Los viejos cronistas como Bernal Díaz del Castillo y también Hernán Cortés, en sus Cartas de Relación, como otros narradores de la época, llamaron indistintamente ciudad o República a las cuatro cabeceras de la federación tlaxcalteca. Con relación a la ciudad de Tlaxcala,  escribió que: "era tan grande y de tanta admiración, que era mayor que Granada, y mucho más fuerte, de mayores edificios y de mayor población que aquella al tiempo que se ganó y muy abastecidas de maíz, aves, caza, pescado de los ríos y otras cazas buenas de mantenimiento".

Cuenta el conquistador que al mercado principal concurrían diariamente unas treinta mil personas, y que en él había toda clase de víveres, vestidos y calzados, joyas de oro, plata y piedras finas, plumas hermosas, loza muy buena, leñas, carbón, medicinas, barberías y baños. Refiere, en fin, que era tierra de muchos señores e innumerables vasallos con grandes y ricos campos de labranzas. Hernán Cortés confundió la cabecera de Ocotelulco con la "Ciudad de Tlaxcala". Tizatlán conjuntamente con Tepecticpac, Ocotelulco y Quiahuixtlán conformaron la República de Tlaxcala, pero no contaban con una capital en la que se asentara el senado de los cuatro señoríos.

LA COLONIA

Diego de Muñoz Camargo sustenta que la fundación de la ciudad obedeció a la necesidad de los españoles de consolidar su alianza con los cuatro señoríos, dándole unidad a los mismos, mediante la congregación de los principales y sus vasallos, pues de esta manera se introducían las instituciones religiosas, de gobierno y de organización social de los dominadores, para desplazar paulatinamente las correspondientes a los indígenas.

En forma por demás pintoresca, dice el historiador, los señores de la República se bajaron al llano y ribera del río Zahuapan, donde a la manera castellana edificaron grandes y suntuosas casas, de bajos y altos, de cal y canto, y argamasa. La traza de la ciudad, en su concepto, estuvo muy bien repartida, habiendo dejado los espacios adecuados para plazas y calles "por gran nivel y geometría", en la que mucho tuvieron que ver los religiosos de la orden de San Francisco, siendo virrey de la Nueva España don Antonio de Mendoza. Agrega que la fundación de la ciudad ocurrió en una primavera, más o menos cuarenta y cinco años antes de la fecha en la que estaba redactando la relación geográfica del siglo XVI.

De lo anterior se deduce que probablemente la ciudad de Tlaxcala fue fundada en la primavera de 1522. La descripción que el multicitado historiador hace de la ciudad, nos muestra el orgullo de ser tlaxcalteca, así como la identidad que el nuevo centro daba a sus pobladores... "en esta ciudad y llano ....hay una plaza muy principal, cuadrada y muy graciosa ... y en torno de ella muy grandes y hermosos portales de postes de madera muy gruesos, que proceden y asientan en una base de piedras, muy bien labradas... debajo de los portales se encuentran las tiendas que tienen alquiladas los españoles... y al final de ellos, comienza el lienzo de casas", destacando entre éstas, el mesón que atendía al turismo de la época: caminantes y forasteros. Adelante del mesón se encontraba "la cárcel pública" de la ciudad,.. "obra muy fuerte y con todos los cumplimientos necesarios y convenientes"... Descripción especial le merecen "las casas reales".. "que hizo el común para... aposentar a los virreyes y oidores, obispos y otras personas"; se ocupa después de la fuente de agua de ocho columnas, de las que emergen "ocho caños de muy buena agua, continuamente llena del vital líquido donde la gente coge agua para servicio de esta ciudad"; pasa después a describir la picota para la ejecución de la justicia que se encuentra en la plaza.

Comenta el historiador de Tlaxcala que la plaza servía de tianguis, pues ahí se trasladó el mercado de Ocotelulco por instrucciones del virrey don Antonio de Mendoza. El mercado tenía una periodicidad sabatina, y su importancia podía medirse por un solo producto: la grana cochinilla, insecto del que se extrae el tinte para colorear textiles, cuyo comercio alcanzaba la cifra de 200 mil reales anuales; además, se comercializaban cacao, lana, sal, ropa de algodón, gallinas de castilla, patos, liebres, conejos, legumbres, semillas, loza, madera, vigas para casa, tablas, joyeros de oro y plata, mercería, etc.  El consumo de carne en la ciudad era elevado para su época, pues quien ha relatado estos hechos indica que la ciudad consumía entre 14 ó 15 mil carneros, 3 ó 4 mil novillos y 2 mil puercos anualmente.

Después de la descripción de la plaza principal y la vida económica de la ciudad, Diego de Muñoz Camargo traslada su relato a "la plaza de la iglesia". Esta tampoco escapó a la vida comercial, pues en los propios portales se encontraban los españoles que compraban "la grana" a indios, mestizos, negros y mulatos. Las balanzas con sus pesas y "pesos", constituían el mostrador donde regateaban vendedores y compradores. Se admira el historiador, "de la sutileza y maña" de los naturales, quienes no se dejan engañar de los tratantes españoles.

Una vez consolidada la ocupación de la Nueva España, la colonia fue dividida territorialmente en cinco provincias mayores, siendo una de ellas la de Tlaxcala. La provincia era gobernada por un alcalde mayor, del que dependían los cuatro senadores de Tlaxcala. A finales del siglo XVI, el gobierno español elevó la alcaldía mayor a gubernatura con facultades para ejercer actos de justicia, pero con ello también desapareció el Senado tlaxcalteca. En adelante, los senadores fueron llamados simplemente alcaldes mayores. Estos a su vez, tenían la facultad de nombrar un gobernador indígena, quien conjuntamente con los regidores designados por los caciques, integraban el Cabildo o República de Naturales.

Aparentemente la fundación de Puebla de los Angeles, en el territorio que quedó fuera de la jurisdicción de Tlaxcala, puede considerarse como una medida de las autoridades españolas para respetar la propiedad de la tierra en manos de los indígenas tlaxcaltecas; incluso Carlos V expidió un documento el 13 de marzo de 1535, en el que se comprometía a no enajenar a la Corona las tierras de los nobles tlaxcaltecas, ni otorgarlas en merced a nadie. El documento incluía a sus sucesores.  Pese a la promesa, se dieron algunas mercedes que desacreditaron la palabra real. Sin embargo, Tlaxcala fue la provincia de la Nueva España en la que se dieron menos mercedes.

El Cabildo indígena de Tlaxcala se inconformó por la violación de la promesa y en 1552 envío una embajada a Madrid, España, para entrevistarse con el monarca y recordarle los servicios que la provincia había prestado a la Corona española. La embajada llevaba un documento que posteriormente sería conocido como "El Lienzo de Tlaxcala". El documento, aparte de su valor artístico e histórico, recordaba, mediante escenas de la conquista, los servicios que los principales y guerreros tlaxcaltecas habían prestado a la corona, la cual estaba obligada a respetar las promesas, derivadas de tales hechos históricos.

Lienzo de Tlaxcala

Otra embajada fue enviada a España en 1562 exponiendo al monarca la inconformidad del Cabildo indígena, porque no habían sido canceladas las mercedes y, además, por la aparición de estancias que perjudicaban las sementeras de los indígenas. Felipe II no mostró disposición alguna para cancelar las mercedes que demandaba el Cabildo indígena y tampoco para respetar la promesa de su padre Carlos V. Ello no significó que por ese medio los españoles se apropiaran de tierras en Tlaxcala, también fue la disminución de la población que padeció la provincia lo que permitió la apropiación de terrenos por los españoles, vía la confirmación y desarrollo de un mercado de bienes raíces.

La población comenzó a reducirse desde los enfrentamientos con los españoles y con la toma de Tenochtitlán, así como su participación con los capitanes de Cortés en varias expediciones, descubrimientos y conquistas, de las cuales muchos ya no regresaron. Otro factor que influyó en el abatimiento de la población fue la colonización de las regiones mineras, lo que implicó la salida de población a los actuales territorios de San Luis Potosí, Sonora, Coahuila, Texas, etc.

La toma de Tenochtitlán

Siguiendo la actual autopista de San Martín Texmelucan a Tlaxcala, a la entrada de esta ciudad a mano izquierda, aún se observan las ruinas de la capilla de Nuestra Señora de las Nieves, lugar donde se reunieron las carretas en las que se trasladaron al norte del país las 400 familias que fueren a poblar, pacificar y culturizar lo que se conocía en esa época como "la Gran Chichimeca". Todo ello, en su conjunto, provocó igualmente la disminución de la mano de obra disponible para los señores, que dejaban las tierras incultas.

Este éxodo obligó a congregar varias comunidades, perdiendo sus tierras los que tuvieron que cambiar de residencia. Aunque el Cabildo indígena trato de protegerlas, se generó un mercado de bienes raíces propicio para la penetración de los españoles. Estos compraron, alquilaron o simplemente se apropiaron de predios. Otros más habilidosos, se casaron con nobles indígenas y heredaron a sus hijos las propiedades, más tarde convertidas en ranchos. En el siglo XVIII los españoles ya poseían 200 predios de regular tamaño dedicados a la cría y explotación de ganado, introduciendo además los cultivos de trigo y de cebada. El primero para consumo humano y el segundo, para reducir la explotación trashumante en busca de pastos para el ganado.

Con la cultura forrajera las estancias desarrollaron su propia infraestructura, mejorando sus instalaciones. En el campo tlaxcalteca fueron apareciendo amplias y solariegas casas, con numerosas habitaciones y amplios corredores, donde podían observarse arquerías talladas por manos indígenas; capillas para el culto religioso con altares decorados e imágenes escultóricas y lienzos que hablan del refinado gusto de sus propietarios. Asimismo, se construyeron trojes, almacenes, corrales para el ganado, talleres de mecánica para el arreglo de los instrumentos de labranza y pozos profundos para el riego. Gradualmente se fueron transformando en pujantes haciendas y ranchos, cuyos vestigios aún pueden observarse a la orilla de los caminos asfaltados de Tlaxcala.

Pero con las haciendas también llegó la concentración de la propiedad. Para mediados del siglo XVIII, 217 haciendas concentraban poco menos de la mitad del territorio de la provincia. Las condiciones de los trabajadores de las haciendas y ranchos fue de una explotación menos intensa de la que se efectuó en otras provincias de la Nueva España, pues siempre contaron con la protección del Cabildo indígena quien se ocupó de la contratación de los tlaquehuales (trabajadores estacionarios), controlando el pago de tributos que por ellos deberían pagar los hacendados, además de vigilar que no los retuvieran por endeudamientos onerosos.

Exhacienda de San Nicolás El Grande

Además de la producción rural, los indígenas contaban con una larga experiencia en materia textil, el uso y la explotación de la grana de la cochinilla, el caracol púrpura y otros tintes de origen vegetal y animal para colorear sus telas. Esta experiencia fue asimilada por los colonizadores españoles quienes establecieron obrajes textiles donde laboraban un promedio de 40 trabajadores, contratados de manera libre y por un salario determinado. La nueva técnica a través de telares también introdujo el uso de la seda y lana, que años más tarde daría prestigio textil a Tlaxcala por la calidad de sus productos.

La defensa de la fuerza de trabajo, fue otra de las funciones que también ejerció el Cabildo Iindígena. Se opuso permanentemente al trabajo compulsivo y evitó que "las encomiendas y los repartimientos" florecieran en Tlaxcala, como aconteció en el resto de la Nueva España. La única excepción fue la contribución de 800 a 1000 indígenas durante los 16 años que duró la construcción de la catedral de la ciudad de Puebla, entre 1532 y 1548, cuando la presión de los españoles ante el virrey, doblegó al celoso Cabildo tlaxcalteca, quién a cambio de la aportación de mano de obra, obtuvo la concesión de suspender la entrega del tributo de 8000 fanegas anuales de maíz.

En el caso de los terrazgueros, indígenas carentes de tierras, el Cabildo los dotó de parcelas pero evitó que fueran convertidos en tributarios de la real hacienda, como era la disposición en toda la Nueva España. De esa manera también protegía sus intereses beneficiando a la nobleza tlaxcalteca, quien se veía fortalecida con nuevos tributarios de las casas señoriales.

Hacienda de Santa Agueda

Como ya se observó, las embajadas del Cabildo indígena a España no tuvieron los efectos deseados, pues los monarcas no cumplieron cabalmente las promesas de otorgar los privilegios a la provincia de Tlaxcala. En 1591, la corona española se propuso crear una flota de buques de guerra que hicieran frente a los grupos de piratas y corsarios que infestaban los mares, para financiarla impuso a sus vasallos una contribución de 4 reales.  El Cabildo consideró que por ser una contribución especial, únicamente la pagaría por dos años, disposición que disgustó al Virrey, quién de manera autoritaria los obligó a continuar el pago año con año. Sin embargo, en 1597 las cosechas fueron bajas, por lo que el Cabildo suspendió el pago de la contribución apelando al Consejo de Indias. El Virrey ordenó en 1599 el embargo de los bienes del Cabildo, hasta que se pagara la contribución que ya alcanzaba la cifra de 21 600 reales.

A las cargas anteriores, se sumó la voracidad del clero español que crecientemente aumentó gravámenes, a través de mandas y mayordomías, que terminaban traduciéndose en la confiscación de las propiedades territoriales de los indios, pasando dichas tierras a manos de los españoles que las transformaban en haciendas. Entre los gravámenes más onerosos se recuerda la contribución de Tlaxcala para la recepción del Virrey, que procedente de España, iba de paso a la ciudad de México, y cuyo costo alcanzaba la cifra de 14 000 reales. A estas cargas administrativas, se agregarían calamidades como las heladas de 1691 que fueron sumamente graves, disminuyendo sustancialmente la producción agrícola. El desabasto provocó que tres mil indígenas se amotinaran frente a las casas reales, demandando la salida del gobernador español Manuel Bustamante y Bustillos. La oportuna huida de éste impidió su linchamiento, pero no se evitó que los sacerdotes que trataban de sofocar la sublevación, fueran apedreados por el pueblo e incendiaran las casas reales, incluyendo el archivo de las mismas.

En 1694 y 1697 se volvieron a presentar hambrunas que acarrearon epidemias, muriendo un número importante de habitantes de Tlaxcala. Como si estos desastres no fueran suficientes, el río Zahuapan se salió de su cauce en 1701, derrumbando casas y anegando sementeras. En la mañana del 16 de agosto del mismo año, los habitantes fueron despertados por un sacudimiento sísmico que afectó las construcciones de la ciudad, entre ellas, las bellísimas casas reales. Los males no cedieron. Todavía en 1717 una plaga de langostas devastó las cosechas que estaban a punto de levantar los hombres del campo, provocando escasez, que se tradujo en un inusitado crecimiento de precios de los productos de consumo básico de la población.

Si los desastres del siglo XVIII fueron insuficientes para menguar el ánimo de los tlaxcaltecas, todavía les esperaba otro mayor. En efecto la preciada autonomía se pierde. A raíz de las reformas borbónicas, que reestructuran la organización social y política de la Nueva España, en Tlaxcala desaparecen el gobierno autónomo y la hacen depender de la Intendencia de Puebla. La medida se aplicó durante la presencia en Tlaxcala del visitador José Galvéz. La injusta reforma administrativa fue enmendada, en parte, el 2 de mayo de 1793, cuando Tlaxcala se separa de la Intendencia de Puebla, con un gobernador militar, independiente del intendente, hasta 1821.

Afortunadamente no todo fueron problemas para la población de Tlaxcala durante la colonia. La presencia de los franciscanos atemperó las dificultades propias de la época e impulsó la evangelización y la cultura, con esclarecidos varones como Fray Toribio de Benavente, mejor conocido como Motolinía, Fray Jerónimo de Mendieta y Fray Diego de Valadés, quienes enseñaron a la infancia y a la juventud de Tlaxcala en el viejo convento de San Francisco.

Capilla abierta del exconvento Franciscano, donde inició la evangelización de los naturales de Tlaxcala

SIGLO XIX

Independencia y Reforma

Ante la debilidad de la monarquía española para enfrentar la ocupación napoleónica, la Junta Central Gubernativa convocó a las provincias americanas a elegir diputados que las representaran en las Cortes de Cádiz. Tlaxcala no fue llamada por tener un gobierno de excepción. Sólo la tenacidad del Cabildo Indígena, que nuevamente invocó los servicios prestados a la Corona y los privilegios que ésta le otorgó, entre ellos el de "Ciudad Insigne, Muy Noble y Muy Leal", corrigieron el olvido.

Tlaxcala eligió a los hermanos Manuel y Miguel de Lardizabal y Uribe, descendientes de vascos y al doctor José Miguel Guridi y Alcocer, quienes participaron en la elaboración de la Constitución de Cádiz y en honor de la cual, la ciudad de Tlaxcala designó a su plaza de armas como "Plaza de la Constitución".  La constitución de Cádiz consignaba en su capitulado referente al municipio, que deberían convocarse a elecciones aquellas poblaciones que los habían tenido y con base en un determinado número de habitantes.

Interior del antiguo mesón real del gobierno indígena, construidoen 1551. Hoy Palacio de Gobierno

Fueron numerosos los tlaxcaltecas que participaron en el movimiento de Independencia al lado de los ejércitos de Hidalgo, Morelos y Guerrero. Entre los tlaxcaltecas que se incorporaron a las fuerzas insurgentes se recuerda a Miguel Serrano, Juan Cortés, Antonio Arroyo y Vicente Gómez. En esta pléyade, sobresale la figura del cura Mariano Matamoros, si bien nacido en la ciudad de México, fue hijo de José Matamoros y de Mariana Guridi, originarios de Ixtacuixtla, Tlaxcala. Las acciones bélicas entre insurgentes y realistas no fueron mayores por la presencia de la guarnición realista de Puebla, que inhibió los enfrentamientos con los insurgentes.

Las simpatías de los habitantes de la ciudad de Tlaxcala por la causa de la Independencia, quedaron manifiestos el 16 de abril de 1821, cuando abrieron sus puertas al general insurgente Nicolás Bravo, quien era perseguido por el Coronel Hevia, pese a la oposición del gobernador español Agustín González de Campiño, quien había fortificado y guarnecido la plaza. Ante la sorpresiva actitud de los tlaxcaltecas, Hevia detuvo la persecución y se retiró a Tulancingo, lo que le permitió a Nicolás Bravo aumentar sus contingentes, mejorar su artillería, abastecerse de parque y bastimentos para sus tropas.

Durante la regencia y el efímero imperio de Agustín de Iturbide, no hubo cambios substanciales en la organización política de México. A la caída del emperador se convocó a un Congreso Constituyente en 1823, que se proponía dar a la Nación una forma de organización política republicana, mediante la federación de estados soberanos. Sorpresivamente, la diputación poblana solicitó que en el Artículo VII del proyecto de constitución, Tlaxcala fuese anexada al estado de Puebla, argumentando que la primera no contaba con los recursos para erigirse en una entidad federativa. Los enemigos de Tlaxcala, usaron los periódicos "El Sol" y "El Aguila Mexicana", para publicar artículos calumniosos que definían a Tlaxcala como un conjunto de ruinas formadas en el recodo de un río, sin potencialidades productivas.

El resurgimiento de la tendencia anexionista que ya había fracasado durante la administración colonial, tenía su fuente de sustentación en los obrajeros, comerciantes, hacendados y parte del clero de Tlaxcala, en su mayoría de origen español o criollo, con intereses más cercanos a Puebla. El Ayuntamiento de Tlaxcala, conjuntamente con los de Chiautempan, Nativitas, Teolocholco, Xaltocan y Zacatelco, conminaron a sus representantes ante el Congreso, para que defendieran a Tlaxcala como un Estado Libre y Soberano dentro de la Unión. La batalla en el Congreso y en los medios periodísticos la dieron los diputados Blázquez, Romero, Amador, González de la Cruz, Reyes y Zimerman bajo la estrategia política que diseñó Joaquín de las Piedras, Jefe Político de Tlaxcala.

El prestigiado legislador don José Miguel Guridi y Alcocer, protestó enérgicamente ante el Congreso por la pretensión de Puebla y de los malos hijos de Tlaxcala, logrando frenar las ambiciones mezquinas de los anexionistas. Después de una larga y prolija discusión, Tlaxcala no fue anexado como parte del estado de Puebla, quedando como territorio de la Federación. En 1836 cuando los estados fueron transformados en departamentos, el territorio de Tlaxcala quedó incluido dentro del Departamento de México, hasta el mes de mayo de 1847, en que Tlaxcala recobra su calidad de territorio.

En 1853, Santa Ana regresa a la Presidencia de la República, mediante una asonada. En marzo de 1854 don Juan Alvarez proclama el Plan de Ayutla que se propone derrocar a Santa Ana y restablecer el régimen federal. Al año siguiente el abogado tlaxcalteca Guillermo Valle y sus partidarios, se adhieren al Plan de Ayutla y al triunfo de éste, es reconocido como Jefe Político de Tlaxcala, integrando un Consejo de Gobierno y expidiendo un estatuto orgánico con carácter provisional, a través del cual se propone organizar políticamente el territorio tlaxcalteca.

Con el triunfo del Plan de Ayutla se convocó a un Congreso Constituyente. Tlaxcala envió dos representantes, quienes llevaban al seno del legislativo la vieja demanda de que se le considerara como estado libre y soberano dentro de la Unión, y no sólo como un territorio. El diputado Mariano Sánchez hizo una amplia defensa histórica de la lucha tlaxcalteca por obtener su autonomía, así como una exposición en la que demostraba la solvencia económica y social de la entidad. En sesión solemne del 9 de diciembre de 1856, los legisladores aprobaron por abrumadora mayoría la propuesta de que Tlaxcala dejará la condición de territorio y asumiera la de estado libre y soberano. Por fin, después de muchos avatares en su lucha por la autonomía, la tenacidad y la razón histórica se impusieron felizmente. Al año siguiente, Guillermo Valle fue electo gobernador del estado por el Congreso Constituyente de Tlaxcala.

Las inconsistencias del general Ignacio Comonfort, desautorizando la Constitución de 1857, lo llevó a disolver el Congreso Federal y a encarcelar a distinguidos liberales, lo que dio pié para que los reaccionarios lo desconocieran como Presidente de la República, mediante el Plan de Tacubaya que firmaba el General Felix Zuluaga, provocando un periodo de inestabilidad que se conoce como la Guerra de Tres años.

Guillermo Valle se pronunció a favor de la rebelión y disolvió el Congreso. Su Secretario General de Gobierno, Miguel Lira y Ortega, con una fracción de la legislatura disuelta, se levantó en armas a favor del régimen constitucional. Guillermo Valle renuncia a la gubernatura quedando como sustituto Manuel Saldaña. Los conservadores designan un Jefe Político y declaran a Huamantla capital de Tlaxcala. Las blusas rojas del anticlerical Antonio Carvajal, empezaron a ser conocidas en los llanos de Apan, así como los guerrilleros de Doroteo León, quienes combatieron a los conservadores hasta el triunfo de los liberales, lo que permitió la entrada del Presidente Benito Juárez a la ciudad de México, el 10 de enero de 1861. En Tlaxcala, en marzo de ese año, el Congreso llamó a ocupar la gubernatura a Manuel Saldaña.

La declaración de la suspensión de pagos de la deuda nacional por el gobierno del Presidente Benito Juárez, fue usado como pretexto por Napoleón III para provocar la guerra de intervención contra México. Durante esta guerra se distinguió desde las primeras acciones el general Antonio Carvajal y sus tropas tlaxcaltecas, quienes derrotaron al general imperialista Leonardo Márquez en las inmediaciones de Atlixco, Puebla, impidiéndole apoyar a las tropas del general Lorencez, que se aprestaban a tomar la ciudad de Puebla, donde el general Ignacio Zaragoza les infringiría una cabal derrota, el 5 de mayo de 1862.

Plaza a Juárez

Posteriormente, Tlaxcala fue tomada y ocupada por el ejército invasor en 1863, saliendo el gobierno de Saldaña hacía la sierra norte de Puebla, donde ya se encontraba el general Miguel Lira y Ortega al frente de los patriotas de Tlaxcala. Durante la administración imperial fue nombrado Jefe Político Ignacio Urmaechea y Ernaíz, quien agregó los municipios de Zacatlán, Chignahuapan y Tetela a Tlaxcala, por instrucciones del gobierno imperial. Se consideró que su anexión favorecía la estrategia militar de las armas imperiales, obviamente con la oposición y protesta de los poblanos.

Miguel Lira y Ortega desde la sierra norte de Puebla tuvo que aliarse con la población serrana en defensa de la República, haciendo a un lado viejas rivalidades. Poco a poco lograron controlar Huamantla y Apizaco, proponiéndose recuperar la ciudad de Tlaxcala. Los contingentes tlaxcaltecas participaron no sólo en la defensa de la ciudad de Puebla y en otros enfrentamientos en su territorio, sino en los estados vecinos, hasta que lograron establecer un cerco sobre la capital del estado que se encontraba ocupada por las fuerzas intervencionistas. El 1º de enero de 1867, las fuerzas republicanas recuperan la plaza de Tlaxcala, haciéndose cargo de la gubernatura y de la comandancia militar de manera interina Miguel Lira y Ortega. Después de este triunfo, los tlaxcaltecas se incorporan al Ejército de Oriente al mando de Porfirio Díaz, quien se propone tomar la ciudad de Puebla. Los primeros en escalar los edificios conventuales fueron los tlaxcaltecas, distinguiéndose el Coronel Aubery, quien arrancó del Palacio de Gobierno el pabellón imperialista.

Una vez concluido el sitio de Querétaro y habiendo regresado los poderes a la ciudad de México, Tlaxcala se engalanó para recibir a los soldados tlaxcaltecas que habían participado en la Guerra de Intervención. La recepción fue el 5 de julio de 1867. La presencia del Ejército de Oriente le había otorgado cierta influencia a Porfirio Díaz en Tlaxcala, quien intentó intervenir en la sucesión gubernamental. Benito Juárez evitó la intromisión y dejó que el pueblo de Tlaxcala decidiera a favor del liberal Miguel Lira y Ortega, quien ganó las elecciones para el periodo 1868-1872.

Poco después, en 1873 hace su aparición en el escenario político un joven soldado que había participado en la guerra de intervención francesa, Próspero Cahuantzi, quien fue electo para desempeñar el cargo de regidor del Ayuntamiento de Tlaxcala.

La administración de Miguel Lira y Ortega fue de pacificación y recuperación para la maltrecha economía tlaxcalteca. Promulgó una nueva Constitución en la que incluía las Leyes de Reforma; expidió la Ley de Educación Primaria; creó nuevos municipios y dio amplio apoyo a la construcción de vías férreas. Se incorporó Tlaxcala a la nueva tecnología textil con el establecimiento de 6 nuevas fábricas de hilados y tejidos. Dedicó además parte substancial del presupuesto a la apertura y mantenimiento de caminos. Lira y Ortega apoyó al Presidente Benito Juárez contra los intentos de Porfirio Díaz para desplazarlo del poder ejecutivo. A la muerte de Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada impone a Melquiades Carvajal en la gubernatura, saliendo Miguel Lira y Ortega a un exilio voluntario hacia Puebla.

El Porfiriato

A la muerte de Juárez se profundizaron las fisuras entre el viejo grupo liberal, enfrentándose lerdistas y porfiristas. Entre los partidarios de Porfirio Díaz se distinguía Próspero Cahuantzi, quien había combatido al lado del General Díaz y de Manuel González durante la guerra de intervención francesa.

La rebelión de Tuxtepec tuvo su culminación en la batalla de la hacienda de Tecoac, donde los porfiristas derrotaron a lerdistas y, como consecuencia de ello, Melquiades Carbajal fue desplazado de la gubernatura, misma que fue ocupada por tres gobernadores interinos. Al asumir la Presidencia de la República, el general Porfirio Díaz permitió el regreso del liberal Miguel Lira y Ortega a la gubernatura, como un gesto de acercamiento con los viejos juaristas y, además, porque necesitaba el prestigio de ese liberal.

Porfirio Díaz compensó al otro candidato, Próspero Cahuantzi confirmándole el grado de Coronel, además de hacerlo diputado local para el bienio 1877-1879. Poco después Próspero Cahuantzi ascendería al poder. Su gestión está llena de claroscuros. La eficacia administrativa de este soldado del pueblo lo llevó a diseñar un proceso de industrialización inusitado para su época, que consistió en la promoción para la instalación de varias fábricas textiles y otras industrias de transformación, así como la modernización de la agricultura.

Industrialización en Tlaxcala

Su administración había heredado de Miguel Lira y Ortega y de Benito Juárez, dos importantes vías de comunicación: el Ferrocarril Interoceánico que tenía una estación en Calpulalpan, y el Ferrocarril Mexicano con estaciones en Apizaco y Huamantla. Este contaba, además, con un ramal que partiendo de Apizaco pasaba por Santa Ana Chiautempan, Tlaxcala y Puebla. Los hacendados pulqueros del norte del estado fueron beneficiados con el ferrocarril porque pudieron enviar su producto a la ciudad de México, lo mismo que los empresarios textiles, ya que disminuyeron los costos de transportación y el tiempo para sus envíos.

En conjunto, hacendados y empresarios se dieron a la tarea de construir más de 40 ramales de ferrocarril mediante tracción animal, que conectaban sus empresas con las estaciones de las líneas ferroviarias, llegando a tener una extensión nada despreciable de 260 kilómetros, lo que indica la importancia que tuvo este medio de comunicación para el desarrollo de Tlaxcala. Los pequeños talleres arsenales de velas, cerillos, vidrio, fundiciones de fierro, loza, papel, aguardiente, aceite, jabones, etc., se fueron transformando en pequeñas y medianas empresas, que junto con las unidades textiles, indicaban que la entidad había un proceso de industrialización, aún cuando la producción agropecuaria seguía siendo predominante en la economía tlaxcalteca.

SIGLO XX

La Revolución Mexicana

La administración del coronel Próspero Cahuantzi, también impulsó la obra pública, mediante la construcción de kioscos, remozamiento de plazas, apertura de calles, construcción de mercados, puentes y edificios públicos. Por ejemplo: el Ayuntamiento de Tlaxcala sustituyó el antiguo alumbrado público de petróleo con la luz incandescente, quedando mejor iluminada la Plaza de la Constitución, el mercado y parte de la avenida principal. Por esos años, también fue remodelado el Palacio de Gobierno y, en 1906, el gobierno del estado adquirió, por la suma de dos mil pesos, el teatro Xicohténcatl, ubicado en la avenida Juárez.

Pronto este inmueble fue escenario de suntuosos bailes, donde se presentaban las compañías españolas de zarzuela que iban de paso de la Habana a la ciudad de México; conciertos de música clásica, amén de la celebración de actos políticos. Pero de manera especial, ahí se presentó en varias ocasiones la compañía Rosete Aranda de Huamantla, considerados los mejores titiriteros de la República Mexicana.

La educación también fue motivo de preocupación en esta larga administración. Entre sus aciertos debe considerarse la fundación del Instituto de Estudios Científicos y Literarios de Tlaxcala, además de la construcción de edificios para las escuelas primarias, incrementando el número de maestros y la matrícula escolar. Otra de las obras educativas que vale la pena recordar fue la Academia de Música, que permitió la sistematización de los conocimientos musicales de los tlaxcaltecas.

Rafael Anzures, entonces presidente municipal de Tlaxcala, se dio a la tarea de construir un canal que condujera las aguas del río Zahuapan desde Apetatitlán, hasta la confluencia con el río de Los Negros, para generar energía eléctrica que se aprovechara en el alumbrado de la capital del estado. Estos esfuerzos fueron coronados el 16 de septiembre de 1910, cuando el gobernador Próspero Cahuantzi inauguró la presa construida en la granja de Apetatitlán, que alimentaba al acueducto de la planta eléctrica. En 1906, los municipios de Tlaxcala, Apizaco y Huamantla, quedaron comunicados telefónica y telegráficamente.

Acueducto

Pero no todo fue exitoso en la larga administración cahuantzista. Preocupado por tener mayores ingresos, el gobernador elevó las contribuciones a los productores de pulque, provocando enfrentamientos con este sector. Los pulqueros alegaban que sus contribuciones eran mayores que las de los hacendados cerealeros. También los pequeños y medianos propietarios dedicados a la producción de autoconsumo se sintieron afectados por incrementos en el impuesto predial.
Cahuantzi tuvo el mayor problema en materia de ingresos con los causantes del impuesto predial, quienes desencadenaron en 1897 un movimiento de grandes dimensiones, propiciando que desde 1897 hasta 1905 fueran amparados por el poder judicial. El líder del movimiento Andrés García, fue asesinado mediante la Ley Fuga, aparentemente por instrucciones del propio gobernador.

Ante al descontento de la mayor parte de los sectores sociales, el Coronel Próspero Cahuantzi empezó a advertir que los equilibrios sociales que había establecido desde el siglo pasado, empezaban a cambiar sin encontrar la forma de reestablecerlos. El libro La Sucesión Presidencial, escrito por Francisco I. Madero, empezó a circular en Tlaxcala en 1908. En la obra se hace una severa crítica del régimen porfirista. La lectura de esta obra y la lucha contra el impuesto predial y por mejores condiciones de vida, dieron origen a la formación de una conciencia antirreleccionista en la entidad, que desembocó en la formación del Partido Antirreleccionista de Tlaxcala, que desde principios del mes de mayo de 1909, funcionaba en la ciudad de México.

Los fundadores del Partido Antirreleccionista de Tlaxcala fueron Juan Cuamatzi, Marcos Hernández Xolocotzi, Antonio Hidalgo, Diego y Trinidad Sánchez, Severiano Pulido y otros. En las principales poblaciones se establecieron secciones de la organización política que se denominaron centros antirreleccionistas. Por otra parte, los antirreleccionistas locales reconocían el liderazgo regional de la Junta Revolucionaria de Puebla que dirigía Aquiles Serdán. La Junta Revolucionaria acuerda levantarse en armas tanto en Puebla como en Tlaxcala el día 26 de mayo de 1910.

Los revolucionarios de Santa Cruz Tlaxcala y de otras poblaciones, se concentran en Contla y apresan al Presidente Municipal Nicolás Reyes, qui

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Himno Estatal

Municipios de Tlaxcala